martes, 19 de mayo de 2015

Capítulo 3


Pero que rayos. Mi corazón pareció reaccionar antes que yo y se puso a palpitar mil veces por segundo. No puede ser, por alguna razón que aún desconocía me causaba terror pensar en lo que este hombre sería capaz de hacerme. Y lo peor es que estaba totalmente a su merced, no podía hacer absolutamente nada contra él, mi cuerpo le pertenecía, yo le pertenecía.

-Me repugna tener que castigarte tu primer día, pero si no lo hago ahora no aprenderás después.-  Lo único que vi fue un rápido borrón cuando sentí la bofetada proveniente de su mano aterrizar en mi mejilla. La fuerza fue tal que caí en la cama secamente. Chillé y llevé una mano a mi mejilla pero la mirada del hombre que me había comprado seguía impasible.  -Te quedarás aquí.-  Cogió con firmeza la mano que tenía desocupada y me jaló hasta la pata delantera de la cama, sacó algo sólido y brillante de abajo de la cama y mi muñeca fue inmediatamente cubierta por algo frío. Esposas. Estaba siendo esposada a la pata. Solté mi mejilla para poder ver bien mi realidad. No podía ser posible, ¿Me iba a violar esposada a la cama?  -Para que entiendas como son las cosas aquí, cada vez que hagas algo malo, cada vez que no me obedezcas, terminarás aquí. No vas a poder salir ni comer hasta mañana por la mañana y si necesitas ir al baño, por ser tu primera vez te dejaré salir dos veces. Afuera hay un guardia que tendrá una copia de la llave y tendrá la orden de solo dejarte salir esas dos veces. No las desperdicies que las necesitarás y no hagas estupideces.- Acercó una mano a mi mejilla y secó las lágrimas que corrían a cántaros. -Piensa en mí mientras no estoy.- Sonrió duramente. -Desde ahora soy el único en el que puedes pensar.- Miré hacia arriba a sus ojos maliciosos como una cachorrita asustada, tal vez eso era. -Prepárate que mañana te hago mía.- Un grueso nudo se formó en mi garganta y las lágrimas corrieron por sí solas. Él no hizo nada para tranquilizarme, solo dio media vuelta y vi su fuerte espalda alejarse. Esta era la vida que me había tocado, y era totalmente vulnerable a ella. Me quedé sentada sobre mis rodillas, sollozando y sin poder hacer nada más que eso. No podría decir cuánto tiempo pasó hasta que parecí quedarme sin lágrimas que llorar y me acurruqué en la cama, echa una bolita con mi muñeca entumecida.

Como prometió el hombre, nunca me llevaron nada que comer, era la noche y tenía más hambre que león enjaulado, podía sentir el ardor de mi estómago causado por la bilis. En este momento hubiera suplicado por la comida horrible del orfanato; dicen que aprecias las cosas cuando ya no las tienes, bueno pues yo podría corroborar eso, besaría los pies de las monjas con tal de que me den algo de sustento. Había usado ya uno de mis permisos para ir al baño, aunque más que nada lo había usado para salir un momento de ese encarcelamiento, el guardia no me había sacado totalmente la esposa, solo me la había desconectado de la cama y luego cuando me condujo de nuevo a la habitación, me volvió a atar a la pata, como mascota castigada, aunque claro que eso era exactamente lo que yo era. No recuerdo haberme quedado dormida, pero sé que mis últimos pensamientos rondaron en como hubiera podido ser mi vida si mi madre no me hubiera dejado. 

***

-Despierta.- Una voz grave ordenó. Me volví hacia otro lado, aún tenía sueño. Oí un suspiro de resignación y en seguida sentí como unos fuertes brazos me alzaban y con paso suave pero firme me trasladaban. Fui dejada en un sofá con poca delicadeza pero no abrí los ojos, no quería volver a la realidad. -Despierta.- Repitió la misma voz grave pero esta vez elevando el tono.

-Buenos días.- Saludé con recelo.

-Hoy en la noche vamos a salir a una reunión.- Anunció sin rodeos. - Es de negocios así que compórtate y vístete con lo que te mande en la tarde. ¿Sabes maquillarte?-  Negué con miedo a que me castigue por inútil. -Entonces vendrá alguien a prepararte para hoy.- Dijo con sus fríos ojos de siempre, sin mostrar ninguna expresión en específico. Bajé la cabeza por instinto y asentí.

Él bajo la mirada hacia mí y me besó bruscamente. Mordió mi labio inferior con fervor y su lengua intrusa saboreó toda mi boca sin pedir permiso alguno, sabía que él tenía derecho sobre mí, aunque yo no esté de acuerdo. 

Terminó el beso como lo empezó, sin avisarme. Cuando se alejó pareció satisfecho de que yo no me haya defendido, pero molesto porque tampoco haya reaccionado. Aún así no dijo nada y se fue. Al momento que cruzó la puerta un chico, de más o menos 18 años se me acercó con un gorro de chef.

-Buenos días, el desayuno está servido si gustas comer.- Me avisó con tono amable y jovial. Era muy simpático, su cabello rubio pálido le daba un aire atractivo y sus ojos debajo de cejas espesas, eran azules llenos de profundidad, como el océano cuando es iluminado por el sol.

-Me, me, me gustaría.- Respondí con voz ronca por la falta de uso. Él en seguida sonrió haciendo que se achinaran sus ojos y me indicó con la mano que lo siguiera. Apenas me senté en la mesa devoré lo que había en el plato en un dos por tres y el chico rubio me miró divertido.

-¿Quieres más?-  Asentí apenada, limpiándome los restos que quedaban en mi cara. Mientras veía como entraba a la cocina a por más comida para mí, me armé de valor y le pregunté por su nombre. -¿Puedo saber cómo te llamas?-

-Jev- Regresó con mi plato lleno otra vez y en cuanto lo puso delante mío lo devoré enseguida.

No volví a hablar con Jev y él tampoco hizo ademán de querer conversar más conmigo. Quise explorar la casa (más bien mansión) pero el guardia que había cuidado mi puerta no me había dejado, simplemente me llevó a un cuarto donde se suponía que podía estar. Había un televisor así que lo prendí, estuve viendo The Simpsons hasta que me aburrí y fui a la ventana, daba vista hacia una gran piscina en el patio trasero. No era mucho con lo que entretenerme pero tampoco era como si en el orfanato tuviera muchas cosas que hacer. 

A una determinada hora llegó una mujer con el cabello tinturado en platino y brillante. Me miró con asco y cuando examinó mi cabello literalmente gritó del susto.

-¿Pero que le has hecho a tu cabello? ¿Acaso no conoces lo que es el acondicionador, niña?- Me preguntó escandalizada. Yo me limité a dejar que me lave el cabello (después que me mandara a bañar, cosa que no entendí para que me lavaba el cabello una segunda vez), me aplicara cremas raras y me lo secara, volviera a lavar, me lo secara de nuevo, me lo planchara, y me le hiciera un montón de cosas que en mi vida había hecho.  -Muy bien, voy a ver el vestido y regreso-  Me susurró con entusiasmo la señora, como si me estuviera contando un secreto. Regresó con un vestido envuelto en plástico y lo sacó para ponerlo encima de la cama. Era rojo, y con un escote muy pronunciado en los pechos, le di vuelta y tenía toda la espalda descubierta. Nunca me había vestido mostrando tanto, pero seguramente tenía que hacerlo si no quería que me castiguen luego. Una vez me puse el vestido, que me quedaba muy estrecho para mi gusto, la señora de cabello platino me maquilló pacientemente.

-Listo. Ahora estás presentable- Afirmó con orgullo y me tendió un espejo. Al principio creí que el espejo estaba apuntando a otra chica, en otra dirección, tal vez atrás mío o algo, pero luego descubrí mis propios ojos grises luminosos y resaltados por una gruesa capa de delineador y mis pestañas naturalmente claras estaban negras gracias al rímel. Mis labios estaban cubiertos por una capa de lápiz labial rojo carmín y la base aplicada a mi rostro escondía mis imperfecciones. Lo más sorprendente era mi cabello, que aunque conservaba su aburrido color rojo, estaba por primera vez lleno de brillo y volumen, recogido en una cola alta hacia un lado.

-¿Ya estás lista?- Preguntó una voz desde el pasillo, dirigí mi mirada hacia la ventana, ya era de noche. Ya debe de ser hora.

El hombre alto entró a la habitación, con un traje formal gris y con el cabello peinado hacia un lado. Su expresión se estancó en mí, repasando todo mi cuerpo, grabando cada detalle y alzando la mirada con lujuria hacia mis pechos. 

-Sabía que para tener quince años, tenías unos senos exquisitos.- Abrí mis ojos de par en par y me sonrojé bajando la cabeza para ocultar mi incomodidad. La señora que me había arreglado se retiró sin decir nada. Me daba miedo quedarme sola con este hombre mirándome así, como si fuera un pedazo de carne. -Ya es tarde, vayámonos antes que te desnude aquí mismo- Me sobresalté por la sinceridad de sus palabras. -Una cosa más, ni se te ocurra desobedecerme en la reunión, porque te prometo que el castigo de ayer te parecerá consolador comparado con lo que te esperará si no te comportas.- Tragué saliva. -Los hombres que van allá también tienen sus compañías, y son muy obedientes y tienen experiencia, así que no me hagas quedar mal.-

-¿Puedo saber tu nombre, ahora?-

-Llámame Amo.-

-¿Amo?-

-Sí.- Respondió secamente. -Yo te compré, soy tu dueño.- Me tomó el codo con fuerza y me jaló hacia la puerta de entrada sin decir nada más, como si eso fuera explicación suficiente, o yo no mereciera saber más.

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Bueno bueno, me gustaría saber todas y cada una de sus opiniones! No sean tímidas (o Tímidos) jajajaja

¿Qué les parece la historia? Está bien la ortografía, gramática blablabla?

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